LAS BRECHAS DE GÉNERO DENTRO DEL DISEÑO DEL HÁBITAT

Por Michell Sánchez, colaboradora del OMSM.

Hace algunas semanas me encontraba conversando calurosamente con unas amistades muy queridas que conozco desde la universidad, sobre la compleja búsqueda de empleo en tiempos post pandemia. Para nosotras, las recién egresadas y las que andamos en ese proceso, se ha vuelto un escenario de incertidumbre y un vaivén de emociones por diversos factores; le echamos la culpa al COVID, al sistema capitalista, a la universidad y a nosotras mismas por escoger una carrera que no nos aseguraba un futuro laboral. Fue precisamente, entre este ir y venir de quejas y risas al aire, que nos cuestionamos, ¿Cuántas de nuestras compañeras se encuentran laborando en algo relacionado con el diseño del hábitat?, ¿Qué puestos ocupan las que se han logrado hacerse de un “lugarcito” dentro de algún centro de trabajo? ¿por qué no se les reconoce en el espacio académico y laboral?

Cada vez que me presento desde mi profesión como diseñadora del hábitat, recibo dos cuestionamientos, el primero es en relación a lo que se aborda y se enseña dentro de la licenciatura y, lo segundo, siempre es por qué decidí estudiar esa carrera. Desde mi propia experiencia, puedo afirmar que, siempre me sentí atraída por las ciencias exactas, recuerdo que en mi infancia solía decir que me dedicaría a descubrir el universo, sin embargo, la vida y las circunstancias me llevaron en otras direcciones, donde finalmente di con el diseño del hábitat. Cuando inicié mi proceso como estudiante de diseño del hábitat, lo primero que noté fue la ausencia de maestras “DH”, la mayoría eran arquitectas o de licenciaturas afines, así que, gran porcentaje de las asignaturas que cursé fueron impartidas por maestros con los que, personalmente, no me sentí identificada siendo estudiante, esto porque algunos ejercían un método de enseñanza que, lejos de incluir y brindar de espacios seguros a los estudiantes, solían excluir a quienes “no daban la talla”.

Durante mi estadía en la facultad y, gracias a maestras que guardo cariñosamente en mi memoria, poco a poco, comencé a interesarme por los temas de género y ciudad; fue a partir de las discusiones en clase sobre la ciudad androcéntrica y la lucha de las mujeres por ocupar el espacio social negado históricamente, que conecté con el activismo desde mis propias vivencias siendo estudiante de una carrera poco posicionada académicamente, como lo es el diseño del hábitat y, además, siendo mujer en un contexto patriarcal.

¿Se han cuestionado cuántas mujeres urbanistas, arquitectas, planificadoras, etc, han sido reconocidas por sus aportaciones teóricas y metodológicas para el estudio de la ciudad desde la perspectiva de género?, ¿Cuántas de ellas son latinoamericanas y cuantas mexicanas?, estas dudas surgieron a partir de mi experiencia al encontrar que, dentro de las asignaturas de la licenciatura, siempre se nos mencionaba a exponentes como Le Corbusier, Kevin Lynch, Jan Gehl, Ebenezer Howard, Jaime Lerner y la renombrada Jane Jacobs. No desestimo sus aportaciones en materia de ciudad, sino que, señalo que habemos más mujeres quienes estamos haciendo lo posible desde nuestra trinchera para hacernos visibles y que seamos tomadas en cuenta.

Los 100 urbanistas más influyentes publicado por Planetizen en 2017, demuestra la falta de reconocimiento que aún existe a nivel internacional y nacional, de la participación de las mujeres en materia de ciudad; 17 de 100 son mujeres, aunque la recordada Jane Jacobs se mantiene como la más reconocida a nivel mundial, necesitamos generar estos espacios de visibilización.

En 2020, participé en un evento organizado por la Asociación Mexicana de Arquitectas y Urbanistas, donde, para mi sorpresa, descubrí mujeres latinoamericanas que han tenido aportaciones valiosísimas en materia de ciudad, como por ejemplo, la arquitecta mexicana Estefanía Chávez Barragán considerada como pionera en incluir la perspectiva de género en la problemática de las ciudades, ¿Cuántas de mis compañeras desconocen aún de este tema, porque justo, dentro de los referentes no se incorporan a estas mujeres?.

Si en el ámbito académico nos hemos encontrado con obstáculos, en el ámbito laboral resulta ser más complejo, porque intervienen otros factores, de los cuales, la mayoría de las veces no tenemos injerencia pero, nuevamente, ¿no estarán estos factores relacionados con la percepción que se tiene sobre el desempeño profesional de las mujeres en comparación con el de los hombres?, planteo la pregunta como una forma de autorreflexión y para quien le sirva cuestionarse esto.

Desde lo personal, encontrar trabajo en el área del diseño del hábitat, me ha resultado más complejo de lo que se expresa en el folleto publicitario de la licenciatura; actualmente me encuentro laborando en el sector público, donde gano un salario medianamente competitivo, no podría afirmar que mi trabajo es reconocido en su totalidad, sin embargo, sigo/seguimos “abriendo cancha” para hacernos un espacio en la toma de decisiones en materia de ciudad y, poco a poco, se van incorporando compañeras que cada vez más resuenan con sus aportaciones intentando cerrar las brechas de desigualdad de género que persisten en cualquier espacio.

Finalmente, aprovecho para invitar a reflexionar colectivamente sobre la importancia de nuestro activismo en materia de ciudad desde una perspectiva de género interseccional, porque habría que reconocer que mujeres y hombres percibimos diferente el espacio que habitamos dependiendo de nuestras necesidades e intereses. Pienso que, en un primer acercamiento al activismo, es justo cuestionarse sobre aquellas conductas y modelos que dificultan la apropiación simbólica de cualquier lugar y, a partir de esto, poder replantear nuevas formas de convivencia.

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